VOLVER. Parte 1

CRUZANDO ARGENTINA

Paseos, costura y otras maneras de vivir tu jubilación a tus veintis. Estas paredes no guardan secretos para mi, las miro y siempre veo el mismo estatismo. ¿Qué pensarán ellas de mi? Me vieron crecer riendo, llorando, planeando mi vida e incumpliendo todos esos planes. Me vieron soñar con conocer el mundo y con el tiempo me han visto llegar de esos viajes que fueron el principio de mi sueño hecho realidad. ¿Qué pensarán de mi ahora que estoy de vuelta y sin planes?

Pierdo mi mirada en la pared como los niños viendo la tele, y me voy, de vuelta 365 días atrás….

Metí un par de bikinis, un anti-mosquitos, tiritas y una barra de labios en mi maleta/mochila Franz (obvio mi compañero de viaje tiene nombre) y tomé un autobús que no dormía desde Bahía Blanca (Argentina) hasta Iguazú, 30 horas de recorrido por carretera (non-stop). No fue tan terrible como  parece ya que casi 25 de las 30 horas las pasé dormida y para las otras 5 tenía a la inigualable Nai y a los otros 3 mosqueteros a mi lado, cantando y charlando. Nuestra ruta cruzaba la provincia de Buenos Aires y probablemente Entre Ríos y Corrientes hasta llegar a Misiones. Más de la primera mitad del camino lo pasamos inmersos en una llanura sin fin, donde el paisaje, inmune a nuestros pasos, parece congelarse en una imagen que no cambia: una explanada color ocre que cubre el horizonte allá donde mires, partida por una angosta carretera en la que siempre viajas para adelante, en línea recta. Qué mejor nana que la monotonía del paisaje, eso explica las primeras 12 horas dormida.

En Buenos Aires, donde hacíamos nuestra primera parada (de 30 segundos) casi me quedo en la estación de autobuses del Retiro, todo por ir a meter dinero en mi móvil, al parecer el autobús iba con retraso (para variar) y tenía que seguir su ruta al norte, a Iguazú. Corrí como si mi vida fuera en ello. Ir, cargar el móvil y volver. Llegué «a tiempo» gracias a que mis compañeros de viaje suplicaron y entretuvieron al conductor del autobús de todas las formas imaginables para que no se marchara sin mi ¡Gracias chicos!

De la angustia me dormí otra vez, lo que explica las siguientes 8h. Desperté, comenté la jugada, comí y me eché la siesta. Evento que arruinó mi derecho a decir que yo era una de esas personas que no duermen fácilmente en los viajes. Cría fama y échate a dormir, lo mío fue a la inversa, échate a dormir y la fama se creará sola.

A medida que íbamos llegando el sur se convertía en norte, el ocre en rojo, el frío en calor y las llanuras en selvas ¡Ay Argentina qué hermosa eres! Llegamos a la turística estación de autobús de Iguazú y caminamos hasta el hotel que no estaba demasiado lejos. Hotel que me pareció un paradisíaco a pesar de esa «piscina» de agua verde estancada que era más bien un Resort para el mosquito del Dengue (aviso a viajeros manténgase lejos de aguas estancadas en climas cálidos y húmedos). Mientras mis compañeros entraban en la suite para 5 personas amueblado con un minimalismo exquisito donde solo había unas literas amontonadas de un estilo vintage demasiado creible, yo me fui a la tan esperada ducha, a la que llegabas rodeando la siempre verde piscina. La distribución del baño era cuanto menos arriesgada, sin plato para la ducha ni cortinas, una vez abierta… no había mueble, toalla, ropa, persona dentro del baño que aguantara seca. Efectivamente, al mismo tiempo que te duchabas, limpiabas el baño. Puede parecer un invento sofisticado e ingenioso al principio, hasta que descubrías que el agua que salía de la ducha era  demasiado…marrón. Ahí es cuando el concepto de invento sofisticado e ingenioso se transforma en un susto enorme y nauseas inesperadas. Me quedé pegada a la pared del baño a salvo de ese líquido no identificado y para nada tentador que salía de la ducha creo que esperando una brillante idea, gracias a Dios antes que la idea lo que empezó a brillar fue el agua. Tras 5 segundos comprobando que el agua seguía saliendo cristalina, me metí debajo duchándome a la velocidad del rayo.

Por lo demás el hostal estaba bien, y he sabido de primera mano que los había bastante buenos y baratos. Aunque la verdad sea dicha, todo hubiese merecido la pena por ver las maravillosas cataratas de Iguazú.

Continuará….

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