Mientras esté.

Mientras esté…

En situaciones emocionalmente complicadas para las que nadie nos dio un manual con consejos de protocolo, comentarios ingeniosos o proverbios chinos de los que valerse para salir del paso, mi cabeza es arrasada por un huracán que se llama impotencia. Impotencia de no saber ni qué decir ni como decirlo, impotencia de saber que incluso a la hora de elegir tus palabras el principio menos es más es prudente pero al mismo tiempo nunca me satisface. En esos complicados momentos  el huracán me recorre todo el territorio que limita mi piel  llevándose consigo todo lo que en ese momento tenía: rojo, Freddy Mercury, el sonido de la palabra vainilla y el olor de la colonia de mi infancia, la mujer pelirroja que pintaba Renoir y el minuto 3:00 de la canción Where do the children play?, la hipnosis que me produce ver a mi madre pintarse los labios en el espejo y la frustración de no encontrar el orden en el Feng Shui, el miedo que me daba que me preguntasen la tabla de multiplicar en el colegio, llorar con los anuncios de Coca-Cola, la pobre oveja Dolly y y mi hermana cantando Amaral, una confesión inesperada que me hicieron de niña y ver que la historia se repite, las películas de la guerra civil y las lágrimas de felicidad de mi abuelo cuando regresé de Argentina. Triste, a medias, con hielo, feliz, sin frenos, absurdo, light, inaudito, cortado, explosiona, implosiona, nada, media jornada,  le quiero, me agota, preguntas, sin techo, ignorancia, gol de medio campo.Le miro. Me llora. Le lloro. Me ignora.

Mientras esté…

De entre todo eso que volaba dentro de mi a cientos de kilómetros por hora no pude encontrar nada útil para decirle en aquel momento, todo se tradujo en unas lágrimas que pretendían regar el suelo por el que ella caminaba, con la voluntad de que un día ese suelo se llenara de decenas de flores de colores que le alegraran los días. En ese quiero y no puedo, ¿debo o no debo? Ella habló. Tradujo su huracán interno en tres palabras que grabé en mis pupilas.

Mientras esté, aprovéchalo.

Y yo le creí.

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